Ayer, en el trabajo, uno de mis alumnos me sorprendía preguntándome: "¿Estás bien, profe?". No, no lo estaba; supongo que algo en mi cara deletaba mi aflicción. "¿Conoceis a Black Sabbath?" le pregunté yo a su vez, dirigiéndome también a otros alumnos, rockeros todos ellos. "Sí, claro". "Pues ayer murió su cantante: Ronnie James Dio". Y al pronunciar su nombre noté que una sombra cruzaba mi semblante y debilitaba mi voz. Tuve que controlarme por no llorar. "¿Y de qué ha muerto?" replicaron. En su tono no había sorpresa, sólo curiosidad; imagino que Black Sabbath -al contrario que AC/DC, Metallica, Guns N'Roses o Stevie Ray Vaughan (algunos de sus artistas favoritos)- no está entre sus preferencias. "De cáncer de estómago" les contesté. Y ante esta aclaración, unos cuantos de mis interlocutores, en tono jocoso, alegaron que el abuso de alcohol le había acabado pasando factura. Preferí no responder. En ese momento se me pasó por la cabeza defender el honor del fallecido con los puños. Ignorantes. Idiotas. El mundo se queda un poco más a ocuras y os trae sin cuidado.
Ronnie, que la luz esté contigo allí donde estés. Tu voz seguirá iluminano nuestras vidas por siempre.