Popular 1: una empresa en constante expansión

Los más veteranos seguro que recordáis estos anuncios, ¿a que sí?

Mucho antes de que Rachel Arieff y su jodido Anti-Karaoke tomasen las páginas de Popular 1, afortunadamente éste era el tipo de anuncio que teníamos que "soportar" mes sí y mes también los lectores del Rock'N'Roll Magazine hispano por antonomasia. Dios mío, cómo se echan de menos aquellos días...

Corrían los '90, eran otros tiempos, sin duda, y desde luego muchas cosas eran diferentes a como lo son ahora en nuestro país. Las tiendas de discos ocupaban sin falta su espacio en la revista cada 30 días (mítica la publicidad de 7-Pulgadas, destacando las más importantes novedades mensuales), el uso de internet apenas estaba al alcance de unos pocos, y la venta por correo de material pirata estaba a la orden del día. Y, por supuesto, los cronistas de Popular 1 eran todos ciudadanos de Barcelona -¿sólo capital o también periferia?-, una exclusividad que siempre consideré de lo más absurda, por cierto.

Pues bien, ésta y otras cuestiones son las que hoy por hoy, una década y pico después, me rondan por la cabeza cuando vuelvo a contemplar esas imágenes. Analicémoslas, pues.

1. ¿Por qué publicaban este anuncio tan a menudo? Yo no recuerdo que se añadiesen firmas cada pocos meses, la verdad. Juraría, incluso, que en aquellos años la rotación de colaboradores era muy inferior a la actual. No había súbitos despidos (o ceses voluntarios), por lo que sigo sin entender a cuento de qué tanta ampliación de plantilla.

2. ¿Por qué exclusivamente de Barcelona? ¿Tal vez para agilizar la recepción de los manuscritos, o quizás para ahorrarse un dinero en envíos postales a la hora de repartir los cd's promocionales? Imagino que, años después, la existencia del correo electrónico marcó su cambio de política.

3. ¿Los artículos que recibían eran posteriormente publicados en la revista, o simplemente servían de prueba? ¿Alguno de ellos vio la luz en forma de 'No Me Judas, Satanás', apropiándose The Man de una autoría que no le pertenecía? Buff, quién sabe, con el clan Martín todo es posible...

4. ¿Qué método se emplea en la actualidad para captar nuevos colaboradores? ¿Funciona con el boca-oreja, a base de recomendaciones de amigos y conocidos, o los interesados envían candidaturas espontáneas? Vaya, digo yo que no lo anuncian en "El Faro de Vigo", ¿no?

5. ¿Tenían que ser tres folios por narices? Recordemos que por entonces poca gente tenía PC e impresora, y, por lo tanto, los textos se confeccionaban con máquina de escribir, así que la posibilidad de ajustar el tamaño de la letra para que todo encajase en x páginas era más bien remota. Me figuro que textos de dos (o tres) páginas y media no serían automáticamente descartados, ¿verdad?


Y dicho esto, allá va otra confidencia al más puro Pöpujedi style; y es que, hará cosa de diez años, quien esto escribe se atrevió a mandar al número 54 de la barcelonesa calle Valencia (recordemos, algo más que una simple redacción) un artículo de (exactamente) tres folios acerca de (¡¡tachán!!) Mazinger Z (!). Bien, más vale que no me preguntes por qué decidí escribir sobre el mecha de Koji Kabuto y no sobre Anthrax o Voivod, porque ni yo mismo lo sé...

Aunque, según como se mire, dicha elección tampoco era tan descabellada. Al fin y al cabo en el Popu siempre ha habido sitio para los iconos televisivos de los 70s, y quién mejor que Mazinger Z para ocupar unas cuantas páginas de la revista (¿o acaso hubieses preferido leer un dossier dedicado a Marco o Heidi?). Es más, en dicho artículo había incluso un párrafo netamente rockero, en el que mencionaba a Glenn Danzig con motivo de su participación en un proyecto colectivo dedicado a Go Nagai, el creador del personaje. En el libro (un art-book que, por cierto, jamás he conseguido localizar), Danzig daba rienda suelta a su talento como dibujante con una ilustración del mítico robot gigante, un gesto que -si no hubiese ya suficiente con sus primeros veinte años de carrera- lo convierten en firme candidato para la canonización.

Y bien, tras ese infructuoso intento (ignoro si la carta llegó finalmente a su destino, o si una vez allí el manazas de César la extravió, o incluso si después de leerla la utilizó para hacer la lista de la compra) no volví a repetir la osadía. Bueno, eso no es del todo cierto, a decir verdad. Con posterioridad, me esmeré durante un par de semanas en redactar otras tres dichosas páginas contando batallitas mil de Tom Keifer y sus Cinderella, pero me faltaron ánimos para rematarlo. Es posible que, de haber tenido entonces un PC, sí lo hubiese acabado, pero me daba mucho palo tener que teclear en la vieja Olivetti. Supongo que fue mejor así.